Mientras el ensordecedor pitido indicaba el inicio, Monick cerró los ojos.
<<Concéntrate, concéntrate, concéntrate...>>-pensó-<<Todo saldrá bien si te concentras>>
Pero por mucho que intentara convencerse a si misma, el terrible sentimiento de la incredibilidad trataba de infundirle inseguridad y miedo. Abrió los ojos con la mente en blanco, ya que la razón le impedía pensar con claridad. Echó a correr desechando la idea de esconderse tras una piedra y dejar que todo pasase lo más rápido posible. Todo fue en orden los primeros minutos hasta que se detuvo cuando oyó un grito no muy lejos de donde se encontraba. Se acercó a una distancia prudente del lugar, oculta por un par de arbustos. Consiguió ver a la chica que tenia el pie atrapado en un agujero lleno de un líquido ácido que según la expresión de su cara, no parecía agradable. Antes de que Monick pudiera correr a ayudarla, la chica, con la cara contraída por el dolor, presionó el botón morado sin percatarse de la presencia de Monick. Casi al instante, un gancho salido del cielo la impulsó hacia atrás, sacándole el pié pringoso del agujero y levantándola por los aires hasta un lugar seguro donde pudieran tratar la herida ocasionada por el ácido. Monick se estremeció desde su posición.
<<Nota de advertencia: no tocar líquidos pringosos>>-pensó-
Sacudió la cabeza tratando de no pensar en ello. Una menos. Ahora tenía más posibilidades. Se dio la vuelta y suspiró desalmada. Había olvidado un pequeño detalle, no sabía cual era el camino para llegar a las banderas. Frunció el ceño y le dio una patada a una piedra mientras continuaba caminando. Si tuviera la memoria fotográfica de Lucy seguro que encontraría el camino. Seguro que ella está ahora mismo visualizando una bandera. Sophy estará corriendo como una gacela, y aunque no sepa el camino, acabará por encontrarlo. Y Riku... Ella por una de sus deducciones que todas desconocen, conseguirá saberlo tarde o temprano. Monick, se sintió una punzada de inferioridad comparada con sus amigas tan... Dotadas de capacidades. De repente tropezó con algo y cayó de bruces al suelo. Suspiró, sin levantarse, maldiciendo la raíz del árbol. Era culpa suya, tropezar era lo suyo. <<Inútil>> resonó una voz en su cabeza. No se lo negó. Pero se engañaba constantemente a si misma tratando de aparentar seguridad en si misma, dándole poca importancia a las cosas que le pasaban con un chiste, una gracia, o pensando que podría haber sido peor. Y eso le daba fuerzas.
<<Al menos es tierra, y no asfalto.>>-pensó-<<De haber sido así, me hubiera dejado aquí mismo la barbilla>>
Se levantó apoyándose en la traicionera raíz. Al levantarse oyó una rozadura metálica al tiempo que arrastraba los pies contra el suelo. Se paró en seco. Volvió a arrastrar los pies sin dejar de mirar al frente. Otra vez el mismo ruido metálico. Sonrió para si. Eso es buena señal. Miró al suelo esperanzada. Se agachó y apartó las hojas resecas del suelo donde encontró una tapa cuadrada metálica. La abrió. Túneles subterráneos. Volvió a sonreir. No siempre era así, pero la vida le presentaba casualidades agradables. Quizás no conociera ningún don suyo todavía, pero la vida la compensaba con casualidades. Vive de lo que la vida le da, le sonriera o no, no le quitaría la sonrisa de su boca. Empujó a un lado la pesada tapa y se sumergió en la oscuridad. Antes eso, que un billete de vuelta a casa. Pero existía la duda por lo desconocido, y no podía ver nada. <<Nunca he tenido miedo a la oscuridad, ¿qué es lo peor podría pasar?>> No obtuvo respuesta rápida del subconsciente al instante, pero mientras bajaba las escaleras de acero empotradas a las paredes un pensamiento pasó sombrío por la cabeza: muerte. Lo apartó inmediatamente. No le convenía pensar en la muerte, ni en peligros, menos ahora, que aunque le pasara un hombre con cuchillo delante de sus narices, sabía no lo divisaría. Puso unas pocas hojas encima con una mano cogida al hierro medio oxidado y la otra maniobrando con cuidado con tal de no caerse, antes de cerrar la tapa tras de sí, para cubrirla un poco. No le convenía que nadie la siguiese. Pensó que era egoísta, pero más que por egoísmo, el aspecto de algunas contrincantes la habían intimidado un tanto, parecían no tener escrúpulos. Y bajo ningún concepto querría encontrarse en el mismo territorio con ellas. De pronto empezó a escuchar estruendos procedentes del exterior seguidos de un grito. Por ahora nadie sabia lo de los túneles, supuestamente, pero habría que esperar. Esperar a averiguarlo.